Abre tu buscador y busca cualquier artículo relacionado con el marketing digital, el copywriting o el email marketing.
Encontrarás consejos a puñados sobre un poco de todo, ¿no?
Pero hay un dato con el que no dejo de cruzarme desde que empecé a moverme en esto del copywriting y la redacción persuasiva. Quizás a ti también te haya pasado.
Raro es el artículo que no te avisa de primeras de que absolutamente nadie lee lo que cuentas en tus textos.
Nadie lee tus emails.
Nadie lee tus posts.
Nadie lee tu carta de ventas.
Si esto es así, ¿por qué ponerle tanto empeño en mejorar nuestro contenido constantemente?
¿Por qué debería molestarse un nuevo emprendedor en trabajar su estrategia de copywriting si va a ser como hablar con una pared?
Bueno, aquí viene una opinión no solicitada: esto de que «nadie lee» es un mito mal contado.
¿Las cifras mienten?
Ya, quizás estés pensando que no tiene mucho sentido pensar así cuando hay cifras y estadísticas para demostrar lo contrario por goleada. Por ejemplo, como que tus visitas solo ojearán el 20% de tu página.
O que el tiempo que se dedica a leer un email no llega ni siquiera a un minuto.
O que por regla general solo le prestan atención a tu página durante 15 segundos y, a partir de ahí, buena suerte.
Aunque aquí no estamos para analizar estadísticas.
En resumidas cuentas, entiendo que son números muy desalentadores que hacen que todo tenga mala pinta. Especialmente para aquellos que viven (o quieren vivir) de su negocio online.
Me puedes tachar de optimista, pero mi opinión es un poco distinta.
Un motivo de peso
Es más que evidente que estamos al borde de un ataque de nervios colapso por información.
Tu web y la mía se arriesgan día tras día a quedar sepultadas bajo la aparición de otras tantas muy similares y eso no nos lo pone nada fácil, ¿verdad?
Eso no significa que repetírtelo hasta la saciedad vaya a servirte de nada.
Los números y las estadísticas que has visto ahí arriba no te van a dar la fórmula perfecta para que tu negocio online sea el objeto de deseo de tus clientes.
De hecho, lo más común es que quien más te insiste en este tema también te incite a tomar ciertos atajos y fórmulas que ya están sobrecargardas.
Esos atajos son los culpables de saturar a tu audiencia hasta perder el interés por el mensaje. Vamos, que si te repiten algo una y otra vez, dejas de prestar atención. Nada nuevo bajo el sol.
Y supongo que tú no quieres que tus textos suenen a algo que tu público está harto de escuchar.
Y un último consejo personal.
Mi propuesta de hoy es, simplemente, que cambies un poco de aires. Que te alejes de los convencionalismos que parten de la presión de que a nadie le interesa lo que cuentas.
En lugar de eso, averigua qué quiere oír tu audiencia y vuélcate en definir la manera en la que le ofreces esa información.
Esa es la única manera de comunicarte en su mismo idioma. Sin fórmulas, sin trucos y sin atajos.
En pocas palabras, procura que tus textos sean como un soplo de aire fresco en un ambiente cargado con los mismos mensajes que, efectivamente, nadie quiere leer.