Hace unos días, acabé metiendo las narices en cierto acalorado debate (o como lo llamamos en mi casa, «poner a caldo a alguien») sobre cierto copywriter conocido por su ética o su descarada manera de vender.
Para serte sincera, el debate no se inclinaba muy a su favor.
Porque lo cierto es que vende. Mucho, a menudo y sin pelos en la lengua.
¿A qué me refiero cuando digo «sin pelos en la lengua»?
Bueno, digamos que no se corta para poner en evidencia algunas prácticas de dudosa eficacia en el marketing de hoy en día. Digamos que habla en voz alta sobre algo que muchos pensamos.
Aunque el problema parecía estar en el tema de la «venta agresiva».
¿Es tan negativo utilizar la temida venta agresiva? ¿Es verdaderamente tan agresiva como la pintan?
Aquí lanzo una opinión al aire.
La lucha de la venta agresiva en el marketing actual.
En pocas palabras, la venta agresiva se define como un estilo de ventas que se centra en generar resultados directos y a corto plazo incitando al cliente a actuar de forma impulsiva.
Incluso en los clásicos manuales de venta nos la describen una técnica intrusiva, arriesgada y que puede acabar dejando la ética a un lado.
Sin embargo, yo me pregunto: ¿es esta la venta agresiva que se critica en el debate que te cuento arriba o lo que se criticaba es simplemente otra forma de marketing directo?
No es la primera vez que me encuentro una discusión similar y, de hecho, en las mismas circunstancias: alguien vende un producto o servicio abiertamente, de manera continuada y desafiando las técnicas más habituales del momento.
¿Es agresividad o es marketing directo?
Es algo que deberíamos plantearnos.
Las distintas formas de hacer marketing a día de hoy son como las opiniones, todo el mundo tiene una (espera, el refrán no era así, ¿no?) y no por eso tienen que coincidir con las tuyas.
Un par de casos para ilustrarlo.
- Puede que tú prefieras dejarle su espacio a tu audiencia y no creas que lo tuyo sea enviar un email diario a tus potenciales clientes.
- Puede que tú prefieras lanzar tus ofertas puntualmente y centrarte en promover tus contenidos y recursos, en lugar de poner tus servicios y productos al alcance de tu público siempre que sea posible (como hago yo, ¿ves?).
Y estos son solo dos ejemplos de entre todos los posibles.
Marketing directo a prueba de balas (y pistoleros).
Es evidente que no podemos ver como una amenaza cualquier acción que ponga contra las cuerdas las viejas costumbres.
De ser así, incluso mi forma de entender el email marketing prácticamente debería considerarse un asalto a punta de pistola.
Son cosas distintas.
Igualmente, déjame decirte que hay formas de hacer marketing directo y de vender a gusto sin ventas agresivas de por medio.
Es justo lo que ocurre cuando:
- Eres brutalmente honesto con lo que vendes. Sin adornos.
- Respondes a una necesidad de tu cliente ideal. No te has inventado un deseo. No has puesto miedos en su cabeza donde antes no los había.
- Acompañas tus ventas de algo verdaderamente valioso (valioso de verdad) por lo que merece la pena quedarse entre tu público. Puede ser la misma oferta o pueden ser los mensajes que la hacen posible.
Parece razonable, ¿verdad? Pues eso.
¿Tu estrategia de ventas te deja dormir por las noches?
Si me lees de vez en cuando, quizás sepas que en más de una ocasión te he animado a arriesgar y a ser una de esas marcas y negocios que no se cortan un pelo.
Puede que acabes provocando calores, debates o incluso (y esto es importante) grandes resultados por el simple hecho actuar así.
Pero, oye, si esa forma de llevar tu negocio te deja dormir por las noches, es efectiva y no hace daño a nadie (no, tu competencia no cuenta), ¿quiénes somos los demás para cuestionarlo?